LITERATURA Y CENSURA

Por: Coyllur

Hace algunos meses, surgió una polémica alrededor del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda, dado que el Nobel, en una de sus obras, relata que violó a una mujer, lo que le valió el repudio de agrupaciones feministas dentro y fuera de Chile. En plena era de la cancelación, muy promovida en redes sociales y que causa un ambiente de incomodidad para aquellos que son capaces de disfrutar una obra a pesar de su creador, surge la pregunta: ¿es posible separar el arte (para fines de la presente, la literatura) de su autor? ¿Es correcto hacerlo?

Fuente: Revista MoonMagazine

Respecto a la cancelación del Nobel, la escritora chilena Isabel Allende indicó que, si nos vamos a quedar con lo que hizo, lo preciso sería no eliminar todo. No borrar la historia, sino revisarla para que se cuente como se debe. En este sentido, ¿deberíamos conocer y pasar por filtro la vida privada de un artista para valorar sus obras? ¿No estaríamos rozando la censura al elegir cuáles obras tienen derecho a ser exhibidas, cuales autores son recomendables y cuales deberían ir a una lista negra?

Me parece de lo más peligroso adentrarnos a estos moralismos, a veces hipócritas, que se hacen sobre un autor y su obra. En primer lugar, porque se suele juzgar obras clásicas, que tuvieron un contexto completamente diferente al actual y para las cuales una lupa contemporánea no sirve. O, de plano, una supresión de las mismas vendría a ser un altercado a la historia, porque no olvidemos que la literatura describe la sociedad, los modos de vida y la cultura de la época en que fue escrita.

Regresando a Allende, podemos decir que la información que de un artista llegue a nosotros debería abrir otros sentidos a la obra, no limitarla. No trasladar a una obra de arte los juicios sobre una persona en particular. La valoración de autor y la posición respecto a un producto literario no tienen por qué tener relación. Los pedidos de censura que a partir de ello se hacen, no tienen nada que ver con una visión artística de la misma, sino con tomar represalias contra alguien.

En este sentido, volvemos a preguntar: ¿se puede separar al autor de su obra? Sí, porque ya están separados. El autor termina desapareciendo y su obra queda, por lo tanto, es la única que realmente importa. Podemos apreciar una obra sin saber absolutamente nada de su autor. Además, poniéndolo al revés, aún si sabemos que el artista es la personificación misma de Jesucristo, o de un mártir consagrado (lo que vendría a ser lo mismo), ¿sus obras serán mejores? No, si la obra es mala, lo es y punto. Y si la obra es buena, también.

Por otro lado, es cierto que las agendas para la eliminación de la violencia hacia las mujeres y los niños, las guerras y la discriminación serían más claras si el arte tuviera los bordes más limados. Es decir, el abuso o maltrato a la mujer es ilegal, pero un libro que ensalza tales crímenes, no. Sin embargo, la esencia del arte radica en esa falta de normas, es el terreno de la fantasía y la imaginación. Si las empezamos a regular, entonces perderían su factor artístico.

Dado todo lo anterior, ¿puedo seguir leyendo a tal o cual autor aún si conozco los delitos vinculados a esa persona? Para mí, la respuesta está en cada quien. No es buena una corrección política predispuesta, sin crítica personal o una opinión legítima y genuina. Cada uno es libre de elegir lo que consume o no, el problema está en querer regular al resto.

Fuente: NODAL Cultura

La literatura, por mucho que queramos, no tiene una obligación moral, es arte, por tanto, su única obligación es artística. No está atada a enseñar, adoctrinar o servir a alguna causa, aunque puede hacerlo y lo ha hecho en muchos casos. El autor es libre de crear y construir lo que le venga en gana con su obra. Ponerle límites al arte no dista de amontonar una pila de libros en la plaza como leña para el fuego. Censurar el arte es matarlo.  

Fuente: El Post Antillano


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